Si comprendemos cuál es la naturaleza de la mente, aceptaremos la existencia de vidas pasadas y futuras.   

Vidas pasadas y futuras

Si comprendemos cuál es la naturaleza de la mente, aceptaremos la existencia de vidas pasadas y futuras. Numerosas personas piensan que cuando el cuerpo deja de realizar sus funciones después de la muerte, el continuo de la mente cesa y esta deja de existir, al igual que una vela se apaga tras consumirse la cera de la que está hecha. Otros creen incluso que si se suicidasen, acabarían con sus problemas y sufrimientos, pero ambas ideas son incorrectas. Como ya se mencionó, nuestro cuerpo y nuestra mente son entidades distintas y, por lo tanto, aunque el cuerpo se desintegre después de la muerte, el continuo mental permanece intacto. La mente no cesa, sino que se separa del cuerpo y viaja a la vida siguiente. En el caso de los seres ordinarios, en lugar de liberarnos de nuestras penas, la muerte solo nos trae nuevos sufrimientos. Debido a que no comprenden esto, numerosas personas, incapaces de soportar más sufrimiento, se suicidan.

En sus enseñanzas tántricas, Buda enseñó una práctica especial llamada transferencia de consciencia a otro cuerpo. Esta práctica se hizo muy popular en el Tíbet cuando el budismo llegó a este país. Uno de los practicantes que la dominó a la perfección fue Tarma Dode, el hijo del famoso traductor y maestro budista tibetano Marpa. Un día, montando a caballo, tuvo un accidente y quedó gravemente herido. Su padre, sabiendo que Tarma Dode dominaba la práctica de la transferencia de consciencia, comenzó a buscar un cadáver apropiado donde pudiera transferir su mente. Como no pudo encontrar el cadáver de un ser humano, recogió el de una paloma para que sirviera de morada temporal a la mente de su hijo. Tarma Dode expulsó la consciencia de su cuerpo moribundo y entró en el de la paloma. A continuación, el cuerpo de Tarma Dode quedó sin vida y el de la paloma revivió. Aunque el cuerpo de Tarma Dode era el de una paloma, su mente seguía siendo la de un ser humano.

Puesto que no quería que su hijo permaneciera en el cuerpo de una paloma, Marpa siguió buscando un cadáver humano. Gracias a su poder de clarividencia, vio que un maestro budista acababa de morir en la India y que sus discípulos habían llevado su cuerpo al cementerio. Marpa le dijo a su hijo que partiera de inmediato hacia ese lugar. Tarma Dode voló a la India en su cuerpo de paloma y cuando encontró el lugar donde habían depositado el cadáver, expulsó su mente del cuerpo de la paloma y entró en el del maestro. El cuerpo de la paloma pereció de inmediato y el del maestro volvió a la vida. Tarma Dode vivió el resto de su vida como el maestro indio Tibu Sangnak Dongpo. Años más tarde, Milarepa, el discípulo principal de Marpa, envió a la India a su discípulo Rechungpa para que recibiera enseñanzas especiales de Tibu Sangnak Dongpo. Cuando Rechungpa regresó al Tíbet, se las transmitió a Milarepa.

Existen numerosos relatos de meditadores del pasado que transfirieron su consciencia a otro cuerpo. Se dice que el mismo Marpa realizó esta práctica en cuatro ocasiones. Si el cuerpo y la mente fuesen una misma entidad, ¿cómo sería posible que estos meditadores transfirieran su consciencia de esta forma? Si escuchamos estos relatos con una actitud receptiva, comprenderemos que la consciencia continúa aunque el cuerpo perezca, y aceptaremos con facilidad la existencia de vidas pasadas y futuras.

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